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Traductores libres y textos técnicos

Traductores libres y textos técnicos

Beatriz Rodríguez Olarte


TRADUCTORA TÉCNICA EN NARTRAN

«Nacida en Madrid hace poco más de tres décadas, enamorada del cine y de la buena comida, me dedico a la traducción (inglés y francés) hasta que un Euromillón me permita dar la vuelta al mundo en 80 años».

¿Y TÚ? ¿QUÉ TIPO DE TRADUCTOR ERES?

Superado el síndrome de la página en blanco, se me ha ocurrido escribir sobre algo que ayude a los que están estudiando la carrera y despierte alguna sonrisa nostálgica en colegas de profesión.

Suena a cliché, pero los traductores compartimos ciertos rasgos: amor por la lectura y los viajes, curiosidad perpetua, defensa de las reglas gramaticales (aunque desobedeceré a la RAE hasta que muera y seguiré acentuando «sólo» cuando pueda sustituirse por «solamente»), inquietud cultural y un cierto gusto por la estética.

Lo difícil viene cuando tratamos de averiguar qué tipo de traductores somos. Si bien el campo de especialización llega con el tiempo, creo que la forma de abordar un original y el estilo que damos a nuestro texto son propios. Con esto no quiero decir que la carrera no sea útil (yo aprendí muchísimo y conocí a gente maravillosa), sino que la manera en la que traducimos sigue siendo un reflejo de quienes somos.

TRADUCCIÓN LIBRE

En mi opinión, existen dos grandes grupos de traductores. Ambos son igual de válidos y cuentan con profesionales maravillosos… o malísimos, que de todo hay. Están los traductores «libres» y los que consideran que las palabras que ha escogido el autor original son igual de importantes que el mensaje que pretende transmitir. Por suerte o por desgracia, yo pertenezco al primer grupo y creo que nuestra tarea consiste en transmitir el mensaje del original de la forma más idiomática posible.

Obviamente, trato de ceñirme al máximo, pero no me tiembla el pulso a la hora de generalizar, cambiar ejemplos, enlazar frases u ofrecer explicaciones más detalladas si con eso consigo mejorar el texto. ¡Horror! Algunos colegas yacen desplomados mientras otros se apresuran a comentar que nuestro trabajo no consiste en reescribir.

Pues bien, aunque parte de esa confianza para adueñarme del original venía de fábrica, el mayor empujón me lo ha dado el especializarme en traducción técnica (concretamente en sistemas de canalización, rodamientos, grasas y aceites lubricantes, equipos de monitorización de estado, manuales de routers y protocolos informáticos). Como lo leéis. El campo menos creativo es el que más libertad me brinda.

Textos técnicos.

Mi aterrizaje en la traducción técnica fue de lo más fortuito. En la carrera, además de las asignaturas de traducción jurídica y traducción económica (vade retro), hice todas las optativas que había de traducción literaria. A fin de cuentas, era lo que iba a necesitar para traducir las grandes biografías de estrellas del cine, apasionantes historias fantásticas y toda novela policíaca que fuese saliendo.

LA PRIMERA EXPERIENCIA

Pues bien, acabé la carrera en plena crisis y me considero afortunada de haber encontrado trabajo como traductora en plantilla en una agencia de Madrid. Primer proyecto de envergadura: manual de un buque de guerra. Tras un año dando clase de español en Estados Unidos (gracias al programa de becas Fulbright, uno de los mayores regalos que me ha dado la vida) volví a Madrid para traducir en empresas de ingeniería industrial y telecomunicaciones.

Por si no saber multiplicar 6×7 sin echar mano de la calculadora, tener visión espacial negativa y recurrir a apagar el ordenador a botonozas en momentos de estrés no fuera bastante, confieso además que no callo ni debajo del agua, tengo el pelo cual león de la Metro y me encantan los zapatos horteras. Fue fácil que la gente se acordase de que estaba ahí para traducir y pronto pude establecer mis redes de sabios.

Es importante recordar que, en general, la gente suele ser amable con personas educadas que se interesan por su trabajo. Aprendí pronto que, en este campo, los profesionales están acostumbrados a que su jerga sea incomprensible para muchas de las personas de su entorno y muestran cierta debilidad por la gente que, además de preguntar cual de los cinco términos posibles es el correcto, demuestra haber tratado de entender la función de la máquina, la pieza o el protocolo. Ser curioso tiene sus ventajas, y yo no puedo traducir algo que no entiendo.

MAY I HAVE A SPLIT SPHERICAL ROLLER BEARING, PLEASE?

Aunque suene a chiste, el vocabulario técnico a menudo es lo de menos. Ingenieros con problemas para pedir en un restaurante en Londres saben perfectamente lo que es un “split spherical roller bearing” y pueden darte la traducción sin pestañear. El problema es que están tan acostumbrados a tecnicismos y medidas que, cuando llega el momento de escribir textos largos o divulgativos, se bloquean. Es ahí donde entro yo. A veces basta con que me expliquen todo como si tuviese cinco años, otras veces hay que recurrir a papel, lápiz y dibujitos.

Lo cierto es que el texto final no siempre se parece al que se propuso inicialmente, he ayudado a detectar errores de bulto en originales con mis preguntas, y hasta me he envalentonado traduciendo cuando por fin he entendido el objetivo del proyecto. En cualquier caso, las correcciones técnicas siempre han sido respetuosas y las sugerencias de estilo o redacción son casi siempre bien recibidas. De ahí que anime a traductores creativos a plantearse un futuro profesional en campos técnicos… ¡a lo mejor os sorprende!